Cada invento tiene su particular historia, y muchos de ellos nacieron a propósito de las cuestiones más insospechadas. Las cápsulas Nespresso son uno de ellos. ¿Por qué quién imaginaría que la idea surgió de una especie de apuesta entre un matrimonio? Pues así fue.
El nacimiento de las cápsulas Nespresso
Eric Favre, un ingeniero suizo empleado en el departamento de envasado de Nestlé, es el “padre” de las cápsulas Nespresso. Pero no las diseñó por encargo de su empresa, en aquellos momentos (hablamos de los años 70) más interesada en el desarrollo del café instantáneo. Las diseñó para ganar un reto.
Si hay algo de lo que presumen los italianos es de saber hacer buenos cafés espresso. La mujer de Favre, nacida en aquel país, se burlaba de que los suizos no tenían ni idea sobre esa cuestión. Eso espoleó al ingeniero, que lo tomó como un reto y se empeñó en demostrar a su esposa que tal vez sus compatriotas no fueran capaces, pero que él sí podía hacer el mejor de los espressos.
¿Pero cómo conseguirlo? Lo mejor, como en todo, es aprender de los maestros. Por eso, el inventor de las cápsulas Nespresso decidió viajar a Italia. Más concretamente a Roma. Allí “espió” cómo se preparaba el café en el que entonces era considerado uno de los mejores establecimientos cafeteros de la capital italiana el Caffe Sant'Eustachio.
Lo que allí descubrió serviría de base para diseñar las cápsulas Nespresso. El secreto, era, ni más ni menos, que la oxigenación del café. Para conseguirlo, lo que se hacía era bombear el agua no de forma continua, sino a intervalos. De esta forma se intensificaban el aroma y el sabor de la bebida.
Eric Favre ya tenía la base, ahora quedaba diseñar la forma de hacerlo de una forma diferente. Lo cierto es que la primera máquina que inventó el ingeniero suizo para inyectar aire en el agua para elaborar el café nada tenía que ver con las actuales cápsulas Nespresso ni sus cafeteras. Y tampoco se parecían aquellas primeras cápsulas.
Poco a poco fue perfeccionando su invento y modificando la forma de las cápsulas hasta conseguir aquella en la que el resultado fuera ese café que la esposa de Favre decía que los suizos no sabían preparar.
De las reticencias al éxito
La idea, como se ha demostrado con el tiempo, era buena, pero en aquella época Nestlé no estaba muy por la labor de apoyar el descubrimiento de Favre. Había otras líneas de negocio prioritarias, pero eso no hizo que el ingeniero desistiera. Gracias a su tesón, finalmente, en 1986 se lanzaban al mercado las primeras cápsulas Nespresso.
Lo cierto es que el nuevo producto se dirigió en esos primeros años de comercialización al sector de la empresa. Sin embargo, no tardaron en darse cuenta del filón que podía ser (y como de hecho fue) su lanzamiento a nivel “doméstico”. En este caso, el gran cambio no llegaría de la mano de Favre, ya fuera de la empresa, sino de Yannick Lang. Se mejoraron las máquinas, se emprendió una agresiva campaña de marketing y las cápsulas Nespresso se convertirían en un próspero negocio.
Un negocio, sin embargo, que sufrió un severo varapalo en 2011, cuando expiró la patente. Desde entonces, las cápsulas Nespresso tienen que competir en el mercado con otras compatibles.
¿Y qué fue de Eric Favre? Las dificultades de los primeros años de comercialización de las cápsulas Nespresso y sus máquinas hicieron que abandonara Nestlé y fundara su propia empresa de cápsulas, Monodor, con una diferencia importante respecto a las anteriores: no estaban hechas de aluminio. Años después de hacer competencia a su propio invento Favre vendería la compañía y se jubilaría.
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